Gabriela Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
En las conversaciones recientes que he tenido con líderes de diversas empresas y organizaciones encontré un denominador común: la preocupación general por la salud mental de sus colaboradores.
Puede que no sea algo nuevo, pero las exigencias vinculadas a la carrera feroz contra el tiempo, el desarrollo de la tecnología y los efectos que la pandemia de Covid-19 ha tenido en todos nosotros han hecho aflorar cuestiones que a lo mejor estaban latentes y ahora son mucho más evidentes.
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud mental es “el estado de bienestar en el que cada individuo es capaz de realizar su propio potencial, puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de contribuir así a su comunidad”. Los problemas de salud mental afectan cada año a una de cada cuatro personas y tienen consecuencias en diversos aspectos de su bienestar.
Los problemas que estos líderes me comentaban iban desde conflictos familiares hasta dependencias de sustancias lícitas como el alcohol, el tabaco, los fármacos, personas que perdieron familiares durante la pandemia sumidas en una profunda tristeza, otras marcadas por la soledad. Y todo está concatenado. Un individuo que enfrenta dificultades personales difícilmente pueda ser productivo, establecerse metas y cumplir sus objetivos en el campo laboral. Por esta razón, las grandes empresas están dando cada vez más prioridad a la salud mental de sus colaboradores y creo que no es algo difícil de emular en otras organizaciones locales más pequeñas.
¿Qué pueden hacer los líderes?
1) Un buen punto de partida es establecer reuniones periódicas con los empleados y colaboradores, creando un espacio para compartir pensamientos sobre su bienestar. Crear un canal de comunicación abierta para que cada uno pueda expresar sus preocupaciones ya sean relacionadas con el trabajo en sí o con problemas personales y familiares que pueden afectar su concentración y rendimiento.
2) Esto es algo sobre lo que escribo habitualmente y en lo que quiero de vuelta enfatizar. Es muy importante fomentar el equilibrio entre la vida laboral y la familiar. Ese balance puede reducir el estrés y mejorar la armonía en los lugares de trabajo y se logra planificando la carga horaria en los equipos, delegando tareas y creando un entorno de confianza en el que las personas se sientan valoradas de una manera integral.
3) Las empresas están destinando cada vez más recursos a programas de salud mental. Estos programas pueden incluir la asistencia de algún profesional especializado, el otorgamiento de tiempo libre para utilizarlo en este ámbito, la organización de actividades recreativas (clases de yoga, pintura, fotografía) o fomentar el uso de aplicaciones para relajarse o meditar. Crear una cultura de apoyo que valore el bienestar mental contribuye a tener un equipo más resistente y comprometido.
4) Mostrar aprecio y reconocer las contribuciones realizadas por los empleados. Detalles que podrían parecer pequeños se vuelven grandes cuando alguien está transitando un momento de angustia. Celebrar los cumpleaños, el día del trabajador, organizar alguna salida un día feriado o un encuentro breve al terminar la jornada laboral puede sumar mucho a la hora de crear un ambiente positivo.
No creo que sea necesario, más cuando se trata de una organización pequeña, con recursos limitados, pensar en un plan demasiado ambicioso. Se puede implementar poco a poco, evaluando los resultados. Puede que éstos no sean inmediatos, pero estoy segura de que, a la larga, habrá valido la pena.