Alfredo Pajés
Vicepresidente de Recursos Humanos y Relaciones Públicas de Citi Bank
Sí, acepto. Eso fue lo que nos dijimos mi esposa y yo cuando nos comprometimos oficialmente ante la ley de Dios y de los hombres años atrás. Hoy, ya no somos los mismos. Maduramos, evolucionamos juntos, pero el compromiso continúa y es hermoso. Es un esfuerzo constante. Desde entonces nuestros objetivos se alinearon, tenemos una misma misión y vamos por eso y por más. Nos impulsan nuestro hogar, nuestros hijos, nuestros sueños.
Pero antes de eso hubo un periodo de noviazgo. Ese tiempo donde todo es lindo y todo es bueno. Conversamos, nos conocimos mejor, nos hicimos una idea de lo que sería la vida juntos, a plantearnos si esto podía o no funcionar, a buscarnos. Fuimos revelando más sobre nosotros, nuestros gustos, las cosas que nos motivaban, nuestros sueños, nuestras debilidades. Algo así también sucede en las organizaciones cuando se inicia una relación laboral.
Al principio nos citan los de Recursos Humanos para una o más entrevistas y comienza el romance. Esos breves encuentros donde ambos nos damos a conocer, nos miramos cara a cara sin solamente un curriculum de por medio, nos contamos cosas, vemos nuestras reacciones, tratamos de agradarnos mutuamente. Si la primera cita fue agradable, vendrán más. Ambos comenzamos a sentir ese leve cosquilleo, esa mariposa en medio del estómago, que nos hace pensar que esto puede funcionar, que resulta prometedor. El hermoso coqueteo continúa. Después de unas cuantas conversaciones ya nos imaginamos juntos. El romance está llegando a su máxima expresión. Y si todas las citas previas fueron suficientes para tomar el riesgo de iniciar un nuevo vínculo, entonces el matrimonio puede comenzar. Estamos felices. Todo es lindo. Nos contratan. Estamos casados. Nos prometemos cosas, algunas se cumplirán y otras no. Nos juramos fidelidad, compromiso, dedicación, empeño, responsabilidad, entrega, tanto en el bienestar como en la adversidad, pero por sobre todas las cosas, lealtad. Sí, acepto.
Sin embargo y como sucede en todos los matrimonios, después de un tiempo de convivencia juntos, comenzamos a ver otras facetas que, por alguna u otra razón no habían salido en el noviazgo, pero finalmente están ahí. Entonces, vamos conociendo algo más de lo bueno y lo malo de cada uno, pero que, en definitiva, nos vale para seguir juntos. Así como las personas evolucionan las empresas también lo hacen y en ese proceso es natural que existan momentos que precisen de mayor atención de parte nuestra, esos momentos donde la paciencia, la comprensión y la escucha activa se ponen a prueba.
Así también sucede con las relaciones laborales. Una cosa es el noviazgo y otra muy distinta el matrimonio. Aquí ya no hay vuelta atrás. Todo eso que nos prometimos debe cumplirse de ambas partes. El hecho es que muchas veces las personas nos quedamos ancladas reclamando más de lo que estamos entregando o viceversa. Las empresas prometieron cosas que finalmente no cumplen, o exigen más de lo que dan. Cuando esto sucede, el equilibrio se rompe y comienzan los malestares.
Cuando nuestro nivel de compromiso, de entrega, de fidelidad ha decaído y a pesar de haberlo hablado entre ambos no está repuntando es el momento donde debemos plantearnos si ambos realmente estamos dando lo mejor de nosotros para avanzar. Ninguna compañía quiere empleados que no estén comprometidos, que no sientan amor por la camiseta o que no estén dispuestos a acompañar sus objetivos. Así también, ningún empleado estaría dispuesto a continuar trabajando para una compañía donde sus valores y su misión ya no condicen con los suyos.
Capaz el inicio de un nuevo año sea propicio para una renovación de votos. Mirarnos, sentarnos frente a frente, revisar nuestros objetivos, redefinirlos, volverlos a alinear, así como también renovar nuestro compromiso. Qué tan bien hicimos nuestras cosas el período anterior y qué cosas podemos mejorar, ambos. A todos nos viene bien una inyección de energía, oxigenarnos, darnos una chance de hacer ajustes para mejorar. A renovar esfuerzo donde ambos encontremos el sentido para seguir evolucionando juntos, a continuar dando y recibiendo, a seguir celebrando nuestros logros y a seguir creciendo juntos tanto personal como profesionalmente.
Al fin y al cabo, todos tenemos virtudes y oportunidades de mejoras. Si solo una de las partes da y la otra no está dispuesta a lo mismo no llegaremos lejos y no seremos capaces de lograr cosas que nos satisfagan y nos hagan grandes.
Sin compromiso no hay relación que perdure. Sin relación no hay vínculo. Sin vínculos no hay crecimiento, no evolucionamos.