Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay
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La noticia sobre el asesinato de un joven a manos de un grupo de rugbistas a la salida de un boliche en Buenos Aires provocó una conmoción general tanto en Argentina como en nuestro país por sus raíces paraguayas. La riña se había iniciado dentro del local por lo que los guardias reaccionaron sacando a los chicos del sitio. Al salir se encontraron con Fernando, que aparentemente fue parte de la pelea adentro, y comienzan a atacarlo hasta dejarlo sin vida.
El filósofo y educador Eduardo Cazenave reflexionaba hace unos días con las siguientes palabras: “Entenderemos que el problema no es uno, son muchos, y que no se trata de buscar culpables o correrse de la culpabilidad. Se trata de mirar hacia adentro, de cambiar conductas, de ser ejemplo, de hacer algo distinto porque lo que hacemos hasta ahora no está dando resultado. Se trata de cuidar a mis hijos, a tus hijos, a nuestros hijos, a los hijos de todos. Hoy, para otra familia, ya llegamos tarde. ¿Vamos a seguir pensando que no tenemos la culpa? ”
Fue una reflexión que me llegó profundamente y me levó a preguntarme: ¿qué me pasa? ¿Qué tengo dentro mío? ¿Qué nos pasa a todos? ¿Qué es lo que verdaderamente tenemos en nuestro interior? ¿Dónde están nuestros valores y límites? Creo que todos deberíamos cuestionarnos estas cosas. Si vivimos en un mundo tan egoísta en el que lo único que importa es sobrevivir, sobresalir e imponerse a cualquier precio. Un mundo en el que las heridas interiores salen a la luz a través de la ira, la discordia, la venganza, la destrucción, culpando al mundo entero de lo que sentimos, hacemos y nos pasa. Entonces es bueno que nos preguntemos también: ¿qué mundo estamos construyendo en casa, en la sociedad? ¿Qué tipo de conductas tenemos delante de nuestros hijos? ¿Qué pensamos, decimos y hacemos? ¿Qué nos define?
Creo que todos podemos hacer algo diferente, aunque sea pequeño, pero que impacte positivamente nuestro ser y nuestro entorno. Y digo esto porque también hay situaciones positivas. Hace unos días, mi hija pasaba por una cirugía muy delicada porque le detectaron un tumor en el cerebro. Y desde que llegamos al hospital le hicieron sentir que todo iba a salir bien. Le preguntaron si tenía miedo y como su respuesta fue afirmativa comenzaron a hablarle sobre todo aquello que podía ayudar a eliminar esa emoción. Cuando terminó la cirugía sentía mucho dolor y los profesionales volvieron a estar junto a ella no solo para asegurarse que los medicamentos la ayuden con el malestar sino ayudándola a pensar positivamente, a creer que todo estaría bien muy pronto. Hubo un cuidado que fue más allá de lo cotidiano o lo profesional, hubo amor, compasión, empatía. Para mi hija no fue algo traumático, fue una experiencia que le ayudó a crecer, a tener esperanza y a saber que existen muchas personas que desean el bien.
Escuchar al otro, hacerle sentir que no está solo, descubrir juntos emociones buenas y no tan buenas, buscar soluciones... eso es lo que termina marcando la diferencia. Conectarnos y dialogar desde el corazón. ¿Hacemos eso normalmente en casa, con nuestros hijos, en los grupos sociales, dentro de nuestros equipos de trabajo, como ciudadanos, en la cancha, en el barrio? ¿Nos valoramos unos a otros? Sea cual fuera el lugar, sea quien sea la persona, tenemos que ser capaces de convivir juntos con armonía, aceptación, valoración y amor. Si no lo podemos hacer es porque dentro de nosotros tenemos mucha oscuridad y es esa oscuridad la que nos lleva a cometer barbaridades y a destruir todo a nuestro paso.
Creo que nuestro desafío hoy es tomarnos unos minutos para mirarnos, conocernos, analizar nuestros pensamientos y conductas. Pero, sobre todo, para empezar a transformar nuestro ser desde el amor y el perdón.
Que no vivamos más situaciones violentas por culpa de lo que no somos capaces de trabajar desde adentro. Aprendamos a transformarnos para que el mundo se transforme.