Alfredo Pajes
Estábamos reunidos con unos amigos, conversando sobre varios temas, hasta que comenzamos a debatir sobre la forma en que los jefes le marcan a uno y terminan ejerciendo cierta influencia sobre la formación profesional de las personas, ya sea para bien o para mal.
En un flash me vino a la mente el proceso de marcación que se realiza al ganado en el campo. Mi suegro, mi cuñado y mi concuñada son ingenieros agrónomos. Viven su profesión con mucha pasión y en ocasiones, cuando tenemos esos encuentros familiares y ellos están conversando sobre sus cosas del campo, uno termina, accidentalmente, empapándose de temas que nada tienen que ver con lo que está acostumbrado en la rutina diaria. A lo largo de estos años he aprendido, a través de ellos, algunas cosas sobre la vida en el campo: palpación, pastura, inseminación, potrero, marcación, etc. Marcación: proceso por medio del cual el establecimiento ganadero marca a su ganado con un herrado caliente para identificar a su propietario y diferenciarlo de los demás.
Y definitivamente existe una gran diferencia entre el ganado y el equipo de trabajo, pero de que te marcan, te marcan. Y es eso precisamente lo que los jefes hacen con nosotros, impregnan su marca. Nos dejan huellas que determinan nuestra forma de hacer las cosas, la manera en cómo nos manejamos ante diferentes situaciones en la vida organizacional y hasta diría que en la personal. Porque estoy convencido que no podemos ser una persona en la empresa y otra totalmente distinta fuera de ella. Somos indivisibles.
Es interesante esa dinámica que se da en las organizaciones porque, quiérase o no, compartimos muchas horas de nuestras vidas en el trabajo y entonces hay muchas cosas que vamos asimilando y se nos van pegando aun cuando no queremos hacerlo. Y en ocasiones vamos replicando lo que el jefe hace en ese afán de sobrevivir ante situaciones que se nos van presentando.
Durante nuestra vida profesional tuvimos y seguiremos teniendo jefes que, en definitiva, nos van formando, que van marcando nuestros pasos, mostrándonos aspectos de su liderazgo que vamos asimilando constantemente. Los jefes llegan a serlo por su experiencia, conocimientos, habilidades o potencial, o cualquiera de ellas, juntas o separadas. Entonces, lo más natural es que los que estamos por debajo de ellos terminemos aprendiendo varios de estos aspectos.
En definitiva, son modelos que quisiéramos seguir para poder llegar algún día hasta donde ellos están. Y así vamos captando su manera de hacer las cosas, la forma como van construyendo relaciones, su poder de negociación y persuasión, la manera en cómo gestionan a las personas, su capacidad de reacción, su coraje, su creatividad, su manejo en la frustración, su adaptación a los cambios, su sensibilidad, su capacidad de reconocer los errores y corregirlos, y un etcétera interminable.
Un aspecto muy importante para considerar es que de los jefes podemos aprender dos cosas esenciales. La primera, lo que debemos hacer. La segunda, lo que NO debemos hacer. Y en nosotros está desarrollar esa capacidad para diferenciar ambos aspectos y capitalizarlos en positivo. No todo lo que hacen está bien o es digno de emular. Los jefes son personas como nosotros, con defectos y virtudes, que también están aprendiendo. No son perfectos y hacen lo mejor que pueden dentro de las circunstancias que les toca vivir. Si están ahí es por algo. Pero siempre están enseñándonos aun cuando no se lo propongan. Lo mismo nos sucede a nosotros, si es que estamos en puestos de liderazgo donde tenemos la responsabilidad de influir en otras personas, en otras palabras, de marcarlos.
En el pasado tuve un jefe con el que nos llevábamos bien, pero discerníamos en algunos aspectos de cómo se hacían determinadas cosas. Pero en líneas generales nos llevábamos profesionalmente bien. Después de un tiempo de estar trabajando juntos tomé la decisión de continuar mi formación profesional en otro sector y me postulé a una vacancia interna. Cuando se lo comuniqué su reacción fue la esperada pero no la más apropiada. Su frustración por el cambio estaba más inclinada hacia lo útil que era yo como una pieza dentro de su equipo y que la estaba perdiendo, que por el valor que tenía yo como persona. Así estábamos terminando un ciclo de trabajo y aprendizaje juntos.
Pero lo mejor de todo fue lo que sucedió en esa última conversación donde estábamos dando el cierre a un ciclo y tratábamos de hacerlo de la mejor manera. Tuve la necesidad y él me dio la oportunidad de decirle lo que pensaba y es, tal vez, uno de los momentos de mayor madurez profesional para mí, porque él se mostró con apertura y yo con el suficiente coraje para hacerlo. Bien por ambos. En definitiva, le di las gracias por la oportunidad, por el aprendizaje, pero especialmente por aquellas cosas que me enseñó y que no las tenía que repetir en el futuro.
Entonces, aprendamos de nuestros jefes, de los buenos y no tan buenos, lo mejor que podemos hacer y también aquello que no deberíamos hacer. Todos, absolutamente todos, tienen algo que contarnos, que enseñarnos, que mostrarnos. De todos aprendemos algo. Llegaron allí por algo, valoremos eso y tratemos de tomar lo mejor para nuestro crecimiento. Porque en la medida que vayamos mejorando nosotros mismos vamos a ir convirtiéndonos en mejores líderes. Finalmente, siempre tengamos la humildad de agradecerles por las enseñanzas.
En resumen, nos guste o no, para bien o para mal, los jefes te marcan.