Facundo Manes

Somos cerebros con patas, así que entender nuestro cerebro nos da herramientas para vivir y para funcionar mejor. Para llegar a este entendimiento se debe tener en cuenta que al momento de tomar decisiones las personas funcionamos por atajos o esquemas mentales. A medida que vamos creciendo creamos esquemas en base a las experiencias, aprendizajes y emociones previas, por lo que nuestra conducta está alineada a estos sesgos. Identificarlos y trabajar en base a ellos permite reconocer y entender la conducta de las personas, encaminadas a encontrar soluciones.

Hay países que tienen en cuenta la forma en la que actúan las personas para diseñar una política pública y para su adecuada implementación. En el caso de las empresas es entender cómo se comportan los clientes o cómo actúa su gente en la realidad, no como la persona se imagina que ellos actúan o piensan. Salir de los esquemas mentales y tener la capacidad de monitorear la conducta es el mayor predictor del éxito a nivel individual, empresas y sociedades.

La ciencia no puede medir toda la inteligencia humana, sólo un aspecto: el coeficiente intelectual, que predice el éxito en tareas que exigen mayores conocimientos científicos. Pero es solo una parte de la inteligencia humana, para un líder o un equipo de trabajo no es determinante. También se necesita de inteligencia emocional, que consiste en reconocer las emociones propias y las de los demás, para así desarrollar la capacidad de modificarla cuando sea necesario. Además de inteligencia social, que se enfoca en reconocer que el otro piensa diferente a mí, salir de los esquemas mentales y desarrollar empatía, tanto cognitiva como emocional.

Existen tres factores para el éxito de un equipo: a) Altos índices de empatía de los miembros del equipo, b) Liderazgo de una persona, pero con otras voces dominantes en el equipo, c) La diversidad de género, porque se cree que la mujer le imprime un proceso emocional y social mayor al que ofrece el hombre.

Se necesita de un proceso previo. El primer paso es la preparación, fase que puede requerir años. El segundo es la incubación, pensar obsesivamente en un problema o dilema, lo que puede durar días u horas. Después hay que apagar el cerebro, cuando no hacemos nada, el cerebro trabaja masivamente asociando áreas y pensamientos que nos estaban asociados.

Una vez que pasamos por este proceso hay que prepararse para equivocarse, perder el miedo a errar y dejar que la gente se equivoque. El contexto también es muy importante para la creatividad, estar alrededor de gente creativa es determinante.

¿Cuál es el impacto económico que genera este proceso de entender al cerebro?

Aprender del cerebro va a impactar en la economía desde el pensamiento de conocer la conducta humana y actuar en base a esto, y para potenciar la creatividad, que es uno de los mayores problemas de la economía latinoamericana. Seguimos viviendo de la exportación de materia prima, lo que está bien, pero no alcanza. Hoy la economía del mundo genera tecnología, es de innovación permanente y se enfoca en generar productos con valor agregado.

América Latina tiene que ser creativa, enfocar paradigmas que inviertan en la gente, en el desarrollo de las personas. Esto implica invertir en salud, educación, ciencias y tecnologías, en conocimiento. Debemos salir del esquema mental de que tenemos muchos recursos naturales como fuente de la economía y empezar a ser creativos para crear productos con valor agregado y asociar la tecnología con la materia prima. Otras regiones son polos desarrollados porque invierten en conocimiento.