Por: Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale
Cuando estudiaba en la universidad en Estados Unidos, solía compartir bastante tiempo con jóvenes migrantes como yo que enfrentaban, además del desafío de ser estudiantes universitarios, las dificultades de estar lejos de sus países, de sus familias y adquiriendo conocimientos en un idioma que, en la mayoría de los casos, apenas conocían. Por supuesto que todos estos elementos se convertían muchas veces en un cóctel emocional explosivo de consecuencias para nada agradables. En las primeras épocas reinaba en el ambiente melancolía, tristeza y frustración, y varias de mis compañeras terminaron regresando a casa porque no pudieron adaptarse. Yo misma también me sentía abatida con mi familia a miles de kilómetros de distancia, inmersa en una cultura completamente diferente y tratando de dar la talla en un entorno académico voraz y competitivo. Yo también estuve a punto de claudicar. Fue entonces cuando descubrí que podía entrenarme para manejar mis emociones y fue cuando, tímidamente, empecé un proceso de autoliderazgo en el que sigo trabajando hasta hoy.
Algunos años después de haberme graduado y mientras me capacitaba en coaching y liderazgo conocí a Dan Goleman. Fue realmente una experiencia muy gratificante poder aumentar mi conocimiento en un área que realmente marcó una diferencia en mi vida. El haber aprendido a manejar mis emociones fue determinante para la continuidad de mi carrera, para formar una familia, para avanzar en mi proyecto de vida. Por eso me emocionó tanto saber que Goleman estará con nosotros en setiembre para dos conferencias que estoy segura nos proporcionarán herramientas valiosísimas para entrenarnos en nuestra Inteligencia Emocional como un camino para alcanzar el éxito.
El término fue creado por los investigadores Peter Salavoy y John Mayer y popularizado por Goleman en su libro del mismo nombre de 1996, un bestseller que lo lanzó a la fama. Básicamente se trata de reconocer, comprender y manejar nuestras emociones y las de nuestro entorno, y ser conscientes de que las emociones pueden impulsar nuestro comportamiento e impactar a las personas tanto positiva como negativamente. Eso es en especial importante en situaciones desafiantes, como cuando estamos cumpliendo con plazos o tenemos que lidiar con relaciones complicadas, o cuando tenemos que hacerle frente al fracaso.
En su libro, Goleman cita una investigación que determinó que el coeficiente de inteligencia emocional cuenta el doble que el coeficiente intelectual a la hora de determinar el éxito de una persona. Está científicamente comprobado que las emociones preceden al pensamiento. Cuando las emociones aparecen, la forma en que funcionan nuestros cerebros cambia: disminuyen nuestras capacidades cognitivas, los poderes de toma de decisiones e incluso las habilidades interpersonales. Por eso es importante entrenar nuestra inteligencia emocional, para tener conciencia de nosotros mismos y comprender el impacto que tenemos en las personas que nos rodean. Para crear una nueva cultura laboral sobre la base de que las emociones son contagiosas y que solo mejorando la calidad de las relaciones vamos a crear una cultura de la responsabilidad. Para educar con empatía a nuestros niños.
Goleman dice que cada emoción tiene su lugar, cada emoción es un mensaje importante. El problema es cuando las emociones se vuelven muy fuertes y están muy fuera de lugar, son inapropiadas o duran demasiado tiempo.
Entonces, tomemos conciencia de nuestras emociones y de cómo podemos entrenarnos para manejarlas porque solo así podremos crear empatía en nuestro entorno, solo así seremos capaces de cumplir metas, ser positivos ante los contratiempos y controlar los pensamientos que nos perturban. Solo así podremos contribuir a construir un mundo y un país mejor. Aprovechemos esta gran oportunidad.