Esta historia me llegó muy profundo en el corazón, especialmente ahora que mi organización está llevando adelante un programa de formación en valores para estudiantes de educación secundaria. Es la historia de un colegio de reconocida trayectoria que comenzó a tener malos resultados y terminó en crisis.
Esta institución tenía tres directoras y el declive comenzó cuando las tres comenzaron a enfrentarse. Los malentendidos, las emociones negativas y la venganza se volvieron los condimentos perfectos de su día a día, destruyendo sus relaciones y afectando el entorno. El efecto sobre la gestión era evidente: la inscripción de nuevos alumnos fue cayendo y los docentes estaban desmotivados, al igual que los estudiantes. Nadie entendía muy bien la razón de lo que sucedía, entonces tampoco podían atacar el problema para volver a encauzar la gestión. Hasta que un día, Doña Lucía, queera mamá de uno de los estudiantes, decidió contar a los líderes y otros padres de la institución lo que estaba ocurriendo.
“Los resultados bajos que hoy tiene la institución se deben a que las directoras de los turnos mañana, tarde y noche no se hablan, están peleadas y por culpa de ese enojo sufre toda la comunidad educativa”, dijo. En pocos minutos, el director general de la institución decidió tomar acción y llamar a las tres directoras para hablar sobre la situación.
Luego de una serie de idas y vueltas entre culpas y victimizaciones, finalmente reconocieron que la actitud de las mismas estaba afectando negativamente a todo el entorno y, lo más triste, empujaba a la institución hacia abajo. El líder les preguntó cuál era la solución y después de un largo silencio y mucho orgullo de por medio, una de ellas respondió: el perdón.
Perdonar a alguien puede ser difícil. De hecho, puede llegar a convertirse en el desafío más difícil de nuestra vida. A las directoras les costó liberarse de esa carga pesada que tenían, pero cuando lo hicieron, todo cambió y esta transformación se vio cuando en el periodo de inscripción del nuevo año escolar se triplicó la cantidad de alumnos que ingresaron a la institución.“Si deseas viajar rápido y llegar lejos, viaja ligero. Deshazte de todas tus envidias, celos, miedos, egoísmo y falta de perdón”, fueron palabras sabias de Glenn Clark. Entonces, es importante revisar cómo está nuestro corazón, porque si lo tenemos cargado de amarguras y rencores fácilmente podemos contaminarnos y, cuando eso sucede, empezamos a afectar a todo nuestro entorno.
Semanas atrás, las plantas de mi jardín empezaron a secarse. El jardinero pudo darse cuenta que la tierra no era buena, estaba contaminada. Nos llevó horas sacar todo lo malo, tratar el suelo y volver a plantar, pero valió la pena porque el resultado hoy es asombroso. Esto es bastante parecido a lo que sucede con todo lo malo que sin darnos cuenta vamos acumulando en nuestro interior: si no lo tratamos inmediatamente comenzamos a intoxicarnos. Y todo eso que está enfermo dentro de nosotros de alguna u otra manera lo reflejamos por fuera, en cada una de nuestras acciones y actitudes, y puede volverse peligroso porque el perdón es una gran barrera hacia el camino de la felicidad.Podemos hacer daño con nuestras palabras y acciones, ya que todos estamos expuestos, pero cuando decidimos perdonar elegimos vivir la vida sin asuntos pendientes. Existen algunos beneficios poderosos que podemos experimentar cuando perdonamos, como: Aumentar nuestro bienestar psicológico, experimentar la verdadera paz, sufrir menos ansiedad, estrés y agresividad, atacar los síntomas de la depresión.Nadie es perfecto y cometer errores es muy fácil. Reconocer esto constituye un gran paso para medir nuestras palabras y también nuestras acciones para evitar herir a otros. El perdón es un proceso, cada uno avanza hacia el perdón en sus propios tiempos pero pase lo que pase, lo importante está en el compromiso que tomemos para tratar a los demás con compasión, empatía y respeto porque finalmente el perdón nos lleva a una transformación profunda de nosotros mismos.Y porque perdonar nos lleva a elegir una mejor manera de vivir.