Por: Gaby Rojas Teasdale
Presidenta de la Fundación Transformación Paraguay.
@gabyteasdale
Hace pocos días le di el último adiós a un ser extraordinario que nos dejó de manera sorpresiva y a muy corta edad. Fue una despedida muy triste en la que se congregaron personas de diferentes partes del mundo, de distintas edades y con realidades diversas, pero todos coincidían en algo: estaban ahí para despedir a alguien que transformó vidas y que siempre estuvo dispuesto a brindar la mano a un amigo. Qué lindo sería que cuando nuestro tiempo en esta tierra se acabe podamos escuchar decir a los demás lo mismo, porque fuimos capaces de invertir tiempo y atención en construir relaciones significativas y reales.
Todo esto me hizo reflexionar sobre un fenómeno que, en mayor o menor medida, nos tiene atrapados a todos: las redes sociales. Mientras viajábamos, esperando conexiones en los aeropuertos, me puse a observar a las personas, todas con la misma postura: con la cabeza hacia abajo y el celular en la mano, pendientes de lo que sucede en las redes sociales o simplemente chateando sin parar en el WhatsApp. Existe como una adicción descontrolada.
Nuestro tiempo y atención están siendo consumidos por historias, noticias, ataques, opiniones y todo ese mundo exterior con el que interactuamos sin siquiera estar seguros. Lentamente estamos perdiendo la capacidad de conectarnos, de dialogar, de generar momentos y relaciones significativas. Últimamente es normal tener el celular en la mesa durante las reuniones familiares o incluso chatear durante ese tiempo con otras personas. El mensaje que transmitimos a los otros es claro: “no sos importante para mí, no te respeto, no valoro este tiempo en el que estamos juntos”.
Todos necesitamos sentirnos valorados, y eso sucede cuando de manera genuina somos capaces de conectarnos con el otro. Cuando miro a los ojos y escucho, cuando me hago presente, cuando dejo todo el ruido de afuera y me concentro en el otro, en la relación. Porque de esa manera vamos a ser recordados cuando ya no estemos.
El alcohol no es peligroso, demasiado alcohol sí lo es. Las apuestas no son peligrosas, demasiadas apuestas sí lo son. Las redes sociales no son malas, demasiado de redes sociales sí. Hoy es fácil saber cuánto tiempo le estoy dedicando al mundo virtual. Hagamos el ejercicio de observar y analizar si estamos administrando nuestro día a día de manera correcta y con las personas importantes o estamos siendo consumidos y atormentados por la cantidad de “me gusta”, por los comentarios, por las apariencias, por la aceptación constante. Conectarse es estar presente. En idioma Zulu esto se representa de una manera extraordinaria cuando dos personas se saludan y dicen: “sawa bona” que significa “te estoy viendo”, a lo que el otro responde: “sikhona”, que significa “estoy aquí”.
De eso se trata estar.
De que nuestras emociones, miradas, palabras y abrazos sean verdaderos y no simples emojis.