Guido R. Brítez Balzarini
Socio Gerente de Sunergos.
Dicen que “los cuentos duermen a los niños y despiertan a los adultos”. Esopo, de la antigua Grecia, en su fábula “El león y los tres bueyes” trató de “despertar” a los adultos de su época con respecto a la necesidad de cohesión interna en los grupos humanos:
Pastaban juntos siempre tres bueyes. Un león quería devorarlos, pero el estar juntos los tres bueyes le impedía hacerlo, pues el luchar contra los tres a la vez lo ponía en desventaja. Entonces con astucia recurrió a enojarlos entre sí con engaños, separándolos a unos de los otros. Y así, al no estar ya unidos, los devoró tranquilamente, uno a uno. Si permites que deshagan tu unidad con los tuyos, más fácil será que te dañen”.
En un sencillo cuento de seis líneas, Esopo alertó sobre algo tan simple que, más de 2500 años después, aun no es mayormente comprendido en el mundo de las organizaciones, especialmente por sus líderes.Existen empresas que por años arrastran ambientes de conflictos internos, desmotivación y desconfianza, derivados mayormente de estilos de liderazgos tóxicos, y sus empleados están tan concentrados en lo que sucede internamente, que el mundo externo les pasa desapercibido.
Estas empresas no se dan cuenta que es estratégico tener un ambiente de confianza mutuo, que no es algo simplemente “lindo” o recomendado por los “gurús” del liderazgo. Cuando los estilos de liderazgos en una empresa no generan motivación, compromiso o sentido de pertenencia, los empleados, en vez de ser más productivos y creativos, ocupan la mayor parte de su tiempo en defenderse de los impactos de esos liderazgos, y por lo tanto no prestan atención a lo que sucede en el mundo exterior.
Los maltratos, menoscabos o violencia verbal vuelven a la organización vulnerable a las amenazas externas, por ejemplo, la competencia, cambios en el mercado, cambios en los gustos o deseos de los clientes, nuevas tecnologías, etc. Al focalizar internamente, los empleados dejan pasar negocios, desaprovechan las oportunidades, deterioran la marca empleadora, e inclusive sutilmente se vengan de los malos liderazgos con brazos caídos, baja productividad y huyen de la empresa.
El problema generalmente “no es el líder, sino quien o quienes permiten los liderazgos tóxicos” en sus empresas, por ejemplo, los directorios o dueños de empresas que toleran malos liderazgos porque el líder les trae resultados, especialmente ingresos. Sin embargo, estos resultados se obtienen con “costo social” (mal ambiente) no sostenible en el largo plazo, y ocasionan que permanezcan en la organización solo los obsecuentes, los que dicen “sí” a todo, los menos preparados y los que no tienen otras opciones laborales.
José Hernández, en su obra Martín Fierro, a fines de los años 1800 también procuró despertar a los adultos de su época con esta copla:
Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera; tengan unión verdadera, en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean, los devoran los de afuera.”
Me pregunto si 2500 años después de Esopo y 200 años después del Martín Fierro, sus cuentos simples y sencillos podrán realmente despertar en muchos líderes los deseos de crear un ambiente interno agradable y preparado para lidiar con las amenazas externas.