Por: Carolina de Bestard
Directora Regional de Great Place To Work para Bolivia, Paraguay y Uruguay.
El liderazgo es una palabra que siempre está presente en nuestra vida organizacional, mucho más cuando hablamos de cambio, de innovación, de subirnos a la “nueva ola”. Pero, ¿por qué cuesta tanto encontrar buenos líderes? Si ellos son la razón del éxito de la empresa, o los responsables de que la gente abandone su trabajo, vale la pena invertir el tiempo y la energía en trabajar con ellos en identificarlos y en su formación.
Para entender qué es lo que hace a un gran líder, en GPTW se analizaron datos de 75.000 empleados y más de 10.000 gerentes que trabajan principalmente en los EEUU, en industrias como venta minorista, hotelería, manufactura, tecnología, finanzas y salud. Revisaron las calificaciones de los empleados de sus lugares de trabajo, así como los comentarios abiertos sobre sus gerentes y buscaron patrones y rasgos que distingan a los grandes líderes de los no tan buenos.
En base a dichas evaluaciones y comentarios de los empleados, identificamos cinco niveles distintos de liderazgo, que son:
Nivel 1: El líder involuntario: aquel típico líder que no es consciente del impacto que tiene en los demás su comportamiento y a menudo no inspira confianza. Sus colaboradores sienten que son dirigidos por alguien que no tiene un destino en mente, ni habla con ellos para decirles lo que está sucediendo. Muchos líderes de este nivel, son aquellos que fueron promovidos por haber sido excelentes en sus trabajos, o tienen habilidades técnicas asombrosas, pero carecen de habilidades personales para inspirar o motivar.
Nivel 2: El líder "prueba y error": es aquel que está encendido o apagado, es cálido o distante, es buen amigo o aliado para algunos, pero no para todos. Un líder de este tipo no siempre pone todo de sí cuando debería. No perjudica a una organización, pero tampoco está apoyando activamente a su equipo o desempeñando sus funciones en la medida en que la organización lo necesita. Muchas veces se siente sobrepasado en sus funciones o demuestra favoritismos, relacionándose bien solo con algunos.
Nivel 3: El líder transaccional: es el que valora tachar cosas de su checklist, especialmente las relacionadas con sus propios objetivos y es bueno en lo que hace. Está principalmente preocupado por verificar las tareas de su lista o por alcanzar indicadores clave de rendimiento, pero su estilo de trabajo y comunicación sigue siendo inconsistente, y no intenta forjar las conexiones personales necesarias para que los empleados se sientan empoderados y comprometidos.
Nivel 4: El buen líder: es aquel consistente, inclusivo y sincero. Es claro acerca de las expectativas y los roles de las personas, entiende que ocurre errores y se da cuenta de que las personas tienen vida fuera del trabajo. Puede sentir que la responsabilidad final de alcanzar las metas recae solo en él y no en su equipo. Esto puede hacerlo sentir menos cómodo siendo abierto y vulnerable acerca de sus propios defectos, lo que podría evitar que se conecte con algunas personas.
Nivel 5: El líder “For All”: cuando escuchamos a los colaboradores decir: “Mi jefe siempre tiene mis intereses en su mente”, estamos en presencia de un líder para todos. Su gente le ama y los equipos que lidera son más exitosos que los equipos administrados por líderes de otros niveles. Y aunque tiene mucho para presumir, no lo hace, y eso lo hace diferentes separándolo del resto. Se comporta como servidor y prefiere liderar desde atrás permitiendo que las personas que trabajan para él hagan su mejor trabajo. Lidera con el ejemplo, y su gente trabaja de forma autónoma.
Mantener una mentalidad de líder for all significa reevaluar constantemente lo que las personas y los equipos necesitan para tener éxito; lo que debe hacer el líder, para ayudar al equipo a lograr sus objetivos.Y para permanecer abierto y flexible, estos líderes necesitan trabajar en su propio crecimiento personal, a través del entrenamiento, la meditación y la apertura permanente a nuevas posibilidades.