La frustración aparece cuando no conseguimos realizar nuestros proyectos, metas, deseos, o simplemente cuando no logramos llevar a buen término una actividad. Básicamente, una persona frustrada es aquella que tiene muchas cuentas pendientes con su pasado, con poco conocimiento o aceptación de sí misma.
Desde esta perspectiva, la frustración es un sentimiento negativo provocado por el deseo de hacer algo y la imposibilidad de lograrlo. Es una reacción natural ante un desencanto. Es decir, es perfectamente comprensible sentirse frustrado si después de un año de estudio no se aprueba un examen.
Sin embargo, el problema no es la emoción en sí, sino lo que uno hace con ella. Si no se aprende a manejar la frustración, esta puede apoderarse de nuestras vidas y convertirla en un verdadero infierno de desesperanza, amargura, resentimiento y demás emociones negativas.
La primera arma para enfrentar la frustración es la aceptación a nivel emocional. También es importante aprender a aceptar las propias limitaciones. Cuando uno se traza una meta, a la que no está pudiendo llegar a pesar del esfuerzo, a veces es mejor abandonarla o bien replantearla adoptando una perspectiva más realista.
Para concluir, nada mejor que recordar una frase del famoso psicólogo William James, que dedicó parte de su vida a estudiar las emociones humanas: “Aceptar lo que ha sucedido es el primer paso para superar las consecuencias de cualquier desgracia”.
Preguntas para batallar la frustración
¿Qué sucedería si no lo consigo?
¿Puedo vivir sin lograr lo que me propongo?
¿Es esta la última oportunidad o tendré otras?
¿Cuántos caminos existen para encontrar la felicidad?
¿Cómo me afecta emocionalmente no lograr mi meta?
¿Cuáles son las lecciones aprendidas de no haber logrado la meta?